Navratri es un festival celebrado en India durante nueve noches y diez días, a lo largo de los cuales se adora a la diosa Hindú Durga, en sus nueve formas.

Nunca me he considerado devoto de ninguna religión. Es más, siempre me he mantenido a cierta distancia de ellas, aunque siempre con curiosidad sobre lo que realmente se esconde detrás de la forma.

Pero la devoción ha venido a casa. La semana pasada llegaron dos nuevos inquilinos al edificio donde me alojo, junto con una invitación a celebrar Navaratri con ellos. Durante el fin de semana tenía otros planes, y mi intención era seguir el ayuno y unirme únicamente a los Kirtans y canto de Mantras de la tarde.
Pero el lunes algo me llamó a unirme a ellos también en la Pooja: algo más de 4 horas de lecturas en sánscrito a la diosa correspondiente. ¿Os imagináis una misa de más de 4 horas de esas en las que el cura se expresa monótono, y en un idioma que no entiendes una sola palabra? Pues en la forma, es algo así. En el fondo… sólo os digo que he asistido a todas y cada una de las Poojas desde ese día.

Durante varias horas, un sonido profundo que termina rompiendo mis ideas y pensamientos, palabras que rompen la intelectualización de la mente, una vibración que hace que mi Ego se diluya, tocando algo más profundo.

En el proceso he comprehendido que todos y cada uno de los dioses y diosas que se adoran representan a las múltiples cualidades que tiene un único Dios. Esta semana ha sido una invitación a la introspección, al reconocimiento y observación de todas y cada una de mis cualidades, fuerzas, emociones, etc. que comprenden algo único dentro de mí. No es que me haya vuelto un fanático de Dios, es que se ha despertado un poco más de aceptación y amor propio.

El ayuno me ayuda a ver con mayor claridad lo que se mueve dentro de mí, emociones y pensamientos, que de otra manera quedan tapados por una de las vías de escape más utilizadas: la comida. Cuando estoy en ayuno, lo que sea que hay en mí en ese momento (irritación, tristeza, alegría…) se hace mucho más latente, siendo más fácil observarlo, aunque un mayor desafío dada su intensidad.

Asistiendo cada día, aunque necesite tumbarme algunos momentos o incluso me permita quedarme dormido, suavizo mi autoexigencia y perfeccionismo. Prefiero avanzar despacio, tomándome mis tiempos, respetando mis debilidades, que abandonar por no hacerlo perfecto.

Al colocarme por debajo de las Diosas, situadas en un altar, coloco mi intuición, mi corazón, mis fuerzas interiores… todas ellas por encima de mis miedos, creencias, juicios y pensamientos. Mi sabiduría interior por encima de mi ego.

Al limpiar físicamente las Diosas, limpio esta sabiduría interior e intuición de mis creencias y miedos. Si no veo la suciedad, evitándola o ignorándola, no tengo manera de limpiarla. Sólo mirándola de frente, acariciándola con un paño, dedicándole tiempo, puedo disolverla y ver con total claridad la Diosa que se esconde detrás.

La escucha de la oración en sanscrito: en su forma, el reconocimiento y adoración de todas y cada una de mis partes; en el fondo, desconectar la mente que quiere controlarlo todo, incluido todo este entendimiento.

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