Y de pronto sientes una molestia en el pie, una piedra ha entrado en la bota. Sin esa molestia, no me enteraría de que hay una piedra en la bota… Como parece lógico, no me quejo de la molestia mientras sigo adelante, sino que hago una parada en el camino y me desato la bota y me la quito, la sacudo y la piedra cae. Me coloco la bota y, entonces si, continuo el camino.
Parece lógico y sencillo ¿verdad?
¿Por qué no hacemos lo mismo con la vida y las molestias que nos genera? Las ignoramos, y seguimos caminando hasta que nos hace una herida que quizás también seguimos ignorando hasta que ya no podemos andar, y entonces tenemos un tinglado que duele tanto que no se puede aguantar, y no nos dejará caminar durante un largo tiempo.
Así que, si hay algo que duele, que molesta, para y préstale la atención que merece(s)
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