¿Y siempre vas descalzo? ¿No tienes miedo de clavarte algo? ¿No tienes frío? ¿Aún después de lo del castaño sigues caminando descalzo? ¿Estás haciendo el camino descalzo?

Siento el frío del invierno en el suelo helado, siento el calor abrasador del sol en el asfalto, siento las piedras, la hierba y el barro, siento… y me permito sentirlo. Si me pincho, me lo curo y continúo disfrutando del placer de sentir la vida sosteniendo mis pies.

Pero también tengo mis límites, y me los respeto: si voy a estar mucho tiempo en la calle en invierno o por ejemplo ahora el tiempo que voy recorriendo el camino, si las sensaciones me sobrepasan, si no puedo gestionar el dolor que las circunstancias me traen, me protejo. Eso sí, esto no hace que siga protegiéndome el resto del tiempo de algo que ya no necesito protegerme.

Porque es importante permitirme sentir la vida, permitir sentir lo que (me) sucede, hacerme cargo de mis experiencias, sensaciones, emociones… Pero tan importante o más es respetarme cuando no pueda gestionarlas, y hacerme cargo de esto también.

Los límites están ahí para enseñarnos algo, y son muy importantes en nuestra evolución en todos los campos: físico, mental, emocional, espiritual…

Los límites están para verlos, establecerlos, observarlos y traspasarlos, pero podemos hacernos mucho daño si los transgredimos (esto se merecerá su propio post).

Y una vez que ya no los necesito me permito volver a sentir la vida sin protegerme de ella ❤️

Suscríbete para estar al día de todas las novedades y reflexiones