Cuando interiorizo y encarno, a través de mi experiencia, que el dolor que siento no es causado por el otro, sino que el otro sólo me está mostrando lo que hay en mí cual espejo. Cuando me hago cargo de mis emociones en lugar de defenderme de su proyección. En ese preciso momento puedo comprender que con el bienestar y la felicidad que creí que alguien o algo exterior me podría dar ocurre lo mismo: también está en mí y sólo en mí.

Si crees que serás feliz cuando consigas esto o aquello, si pones tu felicidad en manos de algo o alguien, entonces le estarás cediendo todo tu poder y te convertirás en su esclavo o víctima, proyectando tu malestar en ello cuando no consigas sentirte feliz y cerrando así el círculo.

Ni un trabajo, ni una pareja, ni una amistad… Nada ni nadie es responsable de tu felicidad.

No te digo que me creas, de hecho espero de corazón que no lo hagas, pues yo no comparto dogmas. Prefiero que salgas ahí y lo experimentes, que juegues con la vida hasta encontrarte en tu propia verdad.

Tu dolor y tu felicidad son las dos caras de la misma moneda. Justo donde éstas se encuentran te encuentras tú.

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