Sanar no se trata tanto de arreglar nada. Consiste más bien en dejar de luchar con tus sombras, reconocerlas y abrazarlas. Hacer terapia es en gran medida aprender a integrarlas como parte de tu yo más pleno.

Cuando las miras de frente dejan de tener aspecto de enemigo y el miedo a ellas va desapareciendo. Poco a poco vas viendo que sólo te estaban protegiendo de un dolor que no podías procesar. Y de pronto, casi sin darte cuenta, se vuelven tus aliadas.

Personalmente, en mí proceso de transformación, he ido descubriendo que mis mayores sombras, en realidad, siempre han estado ocultando mis mayores dones y ahora son parte importante de mi sostén.

Y aún me quedan sombras por terminar de abrazar…
¡¡qué más estarán escondiendo detrás!!

Suscríbete para estar al día de todas las novedades y reflexiones