Un tema recurrente cuando se habla de Tantra es el control de la eyaculación. Al menos a mí me lo preguntan bastante.
He de decir que en toda mi indagación en los orígenes del Tantra en India no he leído nada al respecto. Aunque he oído que sí que forma parte de las técnicas de Tantra Taoísta, no lo sé.
La verdad es que lo estuve practicando durante un tiempo hace unos años y fue interesante, aunque no es algo que recomiendo a cualquiera, ni tampoco recomiendo no hacerlo. Cada uno que elija lo que quiere experimentar.
Lo que he descubierto con el tiempo es que, cuando he comenzado a aplicar en otros campos de mi vida el soltar el control (aunque pueda haber un foco, no hay un objetivo) y he comenzado a vivir más en presencia, esto se ha ido aplicando también a mi vida sexual. El Tantra me ha enseñado que no hay nada que controlar.
En muchas ocasiones, el clímax se convierte en el objetivo de una relación sexual: si soy un buen amante, mi pareja tiene que llegar al orgasmo ¡al menos una vez! Y yo tengo que llegar también. Aunque no os lo creáis, esto ocurre de igual manera en ambos sexos.
Sin embargo, cuando la relación sexual se vive en presencia, sin ningún lugar al que llegar, sin nada que conseguir ni nada que evitar, sin nada que demostrar, el orgasmo deja de ser imprescindible, evitable o inevitable. Se convierte en una parte más qué tal vez no suceda, y no por ello disfrutaré menos. Al contrario, todo lo demás cobrará otra profundidad.
Para ello el trabajo personal pasa por otros campos que aplican más allá de la propia sexualidad. Ésta es sólo una parte más de nuestro yo pleno y precisa ser atendida de la misma manera: ni más… ni menos.
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