Cuando las flores de una orquídea que tengo comenzaron a secarse y caer, pensé que estaba muriendo. Cuando una de las ramas se comenzó a secar, pensé que había muerto, que ya no había nada que hacer. Pero pronto observé que las hojas seguían verdes, así que quité esta rama y decidí seguir regándola y observando.

Entonces comenzaron a salir dos brotes. No sólo no había muerto sino que estaba generando nuevas hojas. Ahora es la segunda rama la que comienza a secarse y no tengo ninguna duda de que sigue viva y fuerte. Desconozco el proceso, pero intuyo que todo esto es parte de su crecimiento y evolución. Muy probablemente en unos meses salga alguna rama nueva y sus correspondientes flores, o quizás no. Mientras seguiré regándola, observando y aprendiendo de ella.

En muchas ocasiones nos centramos siempre en que se vean nuestras flores: esa parte más bonita, divertida, agradable… hasta el punto que cuando toca soltar las flores intentamos mantenerlas como sea, porque si no no nos aceptarán, no gustaremos a los demás.

Entramos en sufrimiento cuando nos toca reposar, quizás dejar que algunas partes de nosotros se sequen, se afeen y caigan ¡y ni hablar de que los demás lo vean! Sin embargo, sólo desde ahí pueden comenzar a brotar nuevas ideas, nuevas historias… nuevas flores que compartir.

Te invito a que observes y respetes tus procesos. Desde ahí orgánicamente podrás respetar también los de los demás

Suscríbete para estar al día de todas las novedades y reflexiones